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Jueves, 06 de diciembre 2012
Sedajazz siempre al otro lado
Fuente: Original Dixieland Sedajazz


Cuando parece que estás a oscuras y que la luz sólo nos ilumina a nosotros, que las palabras que te dedicamos puede que tengan la única razón de ser de un guión, no te subestimes. Porque nosotros, los músicos Sedajazz, siempre estamos al otro lado. Porque no sois un todo, sois uno y cada uno de vosotros, las distintas historias que vienen a escuchar una misma. Porque para nosotros el sentimiento de expectación siempre es mutuo.

Nuestras interpelaciones nunca van al aire. Por eso, si te transportaste con nosotros en la presentación de la Original Dixieland Sedajazz puedes encontrarte reflejado en estas líneas que fuimos escribiendo mirándoos al tocar. Le damos las gracias a quienes llegaron justos de tiempo y tuvieron que quedarse de pie al fondo de la sala, a quienes practicaron posturas correctas de espalda sentados en los taburetes de la barra durante las dos horas largas de concierto, a las cantantes, a la mujer de, al hermano. También al matrimonio que miraba atento desde la última fila, los dos con gafas y pañuelo al cuello. Al chico de bigote que no soltó la mano de su novia de camisa blanca en ningún momento. La mujer pelirroja con un turbante turquesa que tuvo la suerte de avanzar unas filas en el segundo pase. El chico con reloj y gabardina que miraba tan atento al escenario que ni siquiera se daba cuenta de que su novia estaba a punto de salir volando de la silla por los bailes que se estaba marcando en silencio. Al que se guardó todo el concierto en su grabadora con mimo, el de la camiseta de Kukuxumusu, el Barretjazz que acabó siendo uno más desde el otro lado. Esa señora que jamás se quitó la chaqueta aunque entre todos hicimos variar la temperatura varios grados, la mujer de pelo corto y vestido estampado que vibraba en sí misma, y a su lado la amiga de collar de nácar. El chico que se tomó a pecho eso del viaje a los años veinte al viejo New Orleans y se vino con sombrero, el señor de brazos cruzados de gafas redondas, la mujer con el bolso entre las piernas de la segunda fila, y a su lado una amiga de colgante de flor y una pinza en el pelo, la joven atrevida de pantalón de leopardo y la mujer que miraba con ojos de niña apoyando la barbilla sobre las manos con los codos sobre la mesa. La mujer despampanante de vestido rojo que cruzaba las piernas como una actriz de cine al lado del sofá con cuatro jóvenes atentos de principio a fin. Y también al adolescente con chaqueta azul marino de capucha, el hombre de la camisa blanca a su lado y a cuadros el siguiente. A todos los que nos hicieron disfrutar una noche más.

Porque los detalles, y la luz, siempre vienen del otro lado. Por eso es que podemos ver los ojos que nos miran.


  
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