Martes, 17 de febrero 2004. 18:30h.
Ricardo Belda Trio
Casa Municipal de cultura de Denia (Alicante)
El trío de piano con contrabajo y batería no aparece en el jazz hasta que este género supera las primeras etapas de su evolución; incluso podríamos considerarlo como una de las primeras manifestaciones de la modernidad jazzística. Luego, desde los años sesenta del siglo pasado, se convirtió en protagonista destacado de la evolución del jazz.
Todas las cualidades del lenguaje del jazz maduro (las reelaboraciones armónicas, el diálogo entre solista y acompañantes, el equilibrio entre la improvisación y la escritura) aparecen en el trío de piano reducidas a la esencia y evidenciadas por la falta de adornos. No hay hoy en día formación que estimule la creación colectiva sin coartar la libertad individual como lo hace el trío, y tampoco hay contexto donde el aficionado perciba con más claridad los resultados de una buena compenetración entre los miembros del grupo. Los grandes tríos de piano ofrecen el delicioso espectáculo de la música aparentemente espontánea que sin embargo se desarrolla bajo alguna clase de clave secreta, conforme a la cual los intérpretes parecen contestarse entre sí instantes antes de que la pregunta ni siquiera haya sido formulada.
No es casualidad que en quince años de discografía del jazz valenciano todavía nadie se hubiera atrevido con el trío de piano, arte mayor que exige buenos fundamentos para dar sus frutos. Los pianistas valencianos que firmaron discos con anterioridad buscaron siempre a algún invitado. El propio Ricardo Belda lo hizo con su primer y único disco hasta la fecha, Habitación blanca (EGT), de 1990. Ahora, con Luis Llario y Felipe Cucciardi, se ha decidido a dar el paso y ha establecido un importante precedente que sin duda supondrá un punto de inflexión en su carrera.
Habitación blanca fue resultado de un concurso ganado en 1987. Entonces Ricardo Belda (1960) era uno de los miembros más eminentes de la nueva generación de jazzistas surgida en los años ochenta en la Comunidad Valenciana, con la que llegaría la normalización del género a estas tierras. Aunque Belda actuó con su trío en diferentes festivales españoles, poco a poco prefirió decantarse por las labores de acompañamiento: en giras de solistas como Johnny Griffin, Sonny Fortune, Junior Cook, Wallace Roney, etcétera, y como colaborador del guitarrista Ximo Tébar o del grupo pop Presuntos Implicados. En los últimos años ha renunciado bastante al ajetreo de las giras, concentrándose en la escena local y en su trabajo como profesor de piano. Ha destacado asimismo en una faceta novedosa, la teatral, al interpretar en directo la música de la obra El pianista del océano (basada en una novela de Alessandro Baricco), experiencia que ha repetido en 2003 con Lennon, de Jaume Policarpo.
Luis Llario y Felipe Cucciardi son los otros dos tercios del trío desde hace casi quince años. En todo ese tiempo han compartido muchas experiencias con el pianista, particularmente las colaboraciones con Ximo Tébar o el acompañamiento de solistas americanos. Pocos grupos debe haber en España que puedan presumir de tanta veteranía; en Valencia, sin duda, ellos tres son La Sección Rítmica con mayúsculas, a la que recurren los cantantes o instrumentistas que desean tener un punto de partida absolutamente fiable.
Entre standards del jazz (Benny Golson, Cedar Walton, Thelonious Monk, Thad Jones, Duke Ellington) y del cine o el teatro musical se desarrolla el CD. Son composiciones que Belda, Llario y Cucciardi llevan interpretando juntos desde hace mucho tiempo. Este disco es testimonio del nivel artístico alcanzado por el trío en el territorio común de sus grandes predecesores. Belda también escribe, pero prefiere desvelar esa faceta en un proyecto futuro. Para cualquiera que lo escuche, valenciano, madrileño, neoyorkino o de Singapur, My Ideal se revela ante todo como una obra de músicos en plenitud de facultades.
El repertorio elegido es señal de una filiación estilística a las escuelas bebop y hard bop que nos han legado tantos títulos imperecederos del trío pianístico. La música arranca con un brillante Whisper Not de introducción libre, al estilo de Keith Jarrett, aunque el trío no adopta éste ni ningún otro modelo en particular. Belda es un músico de jazz autodidacto y eso le ha permitido tomar de cada maestro lo que más le ha atraído, con la frescura de quien no se obliga a ninguna escuela. Por su parte, Llario es un contrabajista muy dotado para el fraseo melódico, como los seguidores de Scott LaFaro (tiene ocasión de mostrarlo en varios solos), y la impecable batería de Cucciardi, con toques de Blakey, Taylor y Haynes, instala definitivamente al trío en ámbitos clásicos.
Los arreglos, reducidos a la mínima expresión, están pensados para mantener la sensación de fluidez a lo largo de los cincuenta y tantos minutos de música. Pequeños detalles formales, como un ritmo de bossa nova (My ideal), un vertiginoso stop chorus (Cottontail), unas primeras frases a piano solo (Eronel) o un intercambio de ochos y cuatros entre contrabajista y batería armado de escobillas (Bye Bye Blackbird) contribuyen eficazmente al desarrollo del disco. En general el CD está concebido desde la naturalidad, pero aunque parezca una paradoja, la naturalidad no está al alcance de cualquiera. Evitar la tentación del tremendismo o la humorada es un síntoma de madurez en tiempos en que se diría obligatorio disfrazarse de Toni Manero o tocar canciones de los Bee Gees para que le consideren a uno pianista de culto. En mi opinión, lo que han hecho Ricardo, Luis y Felipe tiene mucho más mérito.
Hay que alegrarse de que Belda, que siempre encuentra tiempo para colaborar en proyectos ajenos, haya decidido abordar uno propio trece años después del primero. Desde entonces hasta ahora han pasado bastantes más cosas además de la transición del vinilo al CD. La escena jazzística está más animada, el público de nuestro país es más receptivo hacia el trío de piano, según nos comenta el propio Ricardo, y él es un músico que ha sabido sumar a la brillantez que ya demostró entonces la sabiduría que sólo dan los kilómetros... o las horas de música tocada.
Jorge García